sábado, 23 de mayo de 2009

Respecto al libro segundo de los soliloquios


Fecha: 22 de mayo de 2009

Me comentaban de un gran hombre, sacerdote, que lo más santo es siempre, primero, entregarse al Señor; por eso… Dios Justo y Sabio, Tú que lo sabes todo y eres la Verdad, ilumina nuestro ser y nuestra mente, para que podamos descubrir tu grandeza ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Respecto al libro segundo de los soliloquios

Leyendo entre líneas de este magno texto, encontramos como afirmación prevalente del libro segundo de los Soliloquios, y como fundamento continuo de los primeros capítulos, el cuestionamiento de la inmortalidad; este es un tema que repite constantemente San Agustín junto a su Razón; es un contenido que se difunde en variados argumentos y al cual le da gran importancia nuestro Santo. 1.1. Capitulo I: De La inmortalidad del alma

Este capítulo me recordó la cierta ocasión en que me decían de un cura cercano, que antes de empezar cada trabajo, él se encomendaba a Dios con una sencilla oración; aquí, Agustín, hablando consigo mismo, empieza su reflexión pidiendo al Señor que lo ilumine y lo fortalezca para poderse conocer a sí mismo. De este argumento se vale su razón para interpelarlo referente a si en verdad existe o si es mera ilusión lo que él considera su existir.

El obispo de Hipona, medita acerca de la importancia de la vida y qué es lo más importante en ella. Entre preguntas y respuestas que se van dando a lo largo de la obra, él llega a sus propias conclusiones con relación al profundo amor que siente por la vida. Mediante este ejercicio, que opino es de interiorización, obtiene a afirmaciones cúlmenes, como que la vida vale por la sabiduría, pues confiesa que de ya acabar el conocimiento de la ciencia, perderá todo el sentido.

De manera sintética, el Santo Doctor de la Iglesia afirma lo siguiente: el hombre que permanece ignorante es miserable, ya que la ciencia perdura eternamente y nadie es desdichado por causa de la misma. “Se concluye que en el entendimiento se constituye la bienaventuranza”[1] y teniendo en claro que el que entiende, vive y el que vive, existe, entonces “probando que siempre hemos de vivir, se concluirá que seremos inmortales”[2], dice la razón, a lo cual Agustín está de acuerdo, pero queda con el vacio de no saber si el entendimiento perdura, desaparece, aumenta o disminuye en la eternidad.

1.2. Capitulo II: La Verdad es eterna

Las conclusiones de este capítulo segundo son cortas, pues corto es este texto, pero complejo es su contenido. Así pues, Agustín en medio de una tutela de juicios, descubre para nosotros la veracidad del ser en las cosas, que es siempre verdad, mientras permanezca su existir; de lo contrario, si la cosa muere para siempre, deja de ser verdad. De igual forma, las cosas no son verdad, en tanto que no exista la misma verdad; pero como dice la razón, y Agustín en acuerdo, al final de esta parte: Luego [de todas las afirmaciones] de ningún modo puede morir la verdad[3], ella siempre permanece y es inmutable por la eternidad.

1.3. Capitulo III: Si habrá siempre falsedad y percepción sensible, sigue que nunca dejará de existir algún alma.

De un dialogo largo y tendido, a solas de San Agustín y su Razón, que comenzó con la cuestión ¿cuál de los dos sentirá, el alma o el cuerpo? Llega él a una serie de conclusiones muy valiosas, y que me causa curiosidad la forma tan elegante como termina diciendo la razón a manera de silogismos lo siguiente: “reconocido que no hay falsedad sin los sentidos y que siempre habrá falsedad; luego siempre habrá sentidos. Es así que no puede haber sentidos sin un alma senciente; luego el alma es inmortal, pues no puede sentir sin vivir. Vivirá, pues, siempre el alma”.[4]

Ya antes, San Agustín, tocaba el tema psicológico de que los sentidos nos pueden engañarnos; así pues, no podemos fiarnos enteramente de nuestros sentidos, sino siempre cuestionar nos acerca de la veracidad de los hechos hasta declarar que realmente es una verdad aquello que vemos, olemos, oímos, palpamos, gustamos o simplemente sentimos. Además podemos agregar la aserción que reza: R: ¿Y el entendimiento, no pertenece al alma? A: Sin duda alguna.[5] Es entonces que la verdad solo proviene del alma aún cuando por nuestras experiencias sensibles encontremos falsedad. Es por eso que se dice que, de nuestro interior emana la verdad y no del exterior.

  1. La tesis principal

Como ya antes lo expresaba, todos los tópicos se relacionan de forma particular, con el tema central de la inmortalidad y de la perpetuidad de las cosas. En San Agustín la felicidad será seguir descubriendo y cambiando constantemente; puesto que como él mismo lo expresa, soberbio es el hombre que cree ya haber culminado todo, ya que cada vez que uno se siente realizado, descubre que todavía falta más por superar.

Analizo en el texto, que es un transcurso de descubrimiento interior el que realiza nuestro padre, ya que procesualmente va encontrando que la alegría no es propiamente la vida, sino el júbilo de tener la sabiduría; de la misma forma, no es saber que existimos, sino que pensamos y que lo falso se suscita de las apariencias engañosas por su similitud y la verdad se da de los hechos bien meditados.

  1. Mi tesis

Es mucho lo que podemos considerar de este texto, pero es poco lo que podemos agregar a tan excelentes conclusiones.

¿Cuál será el sentido de la vida de un joven desahuciado que no piensa en pro de su bienestar? Quizá nosotros hemos topado muchachos de cortas edades, que en lo único que se preocupan es en sexo, alcohol, drogas, rumba, vanidad, dinero, satisfacción propia, poder, los intereses y en sí, el vicio del ego. Si esto fuese de toda la vida en una persona común y corriente, según las disposiciones de la Iglesia, ya este hombre al morir, habría sentenciado su vida al castigo eterno. Pero el problema es que para proceder la juventud en la actualidad no tiene sus ojos puestos en lo que propone la Iglesia, sino lo que manda su yo o el grupo o moda al cual está afiliado.

Ahora yo me pregunto ¿es que acaso no tiene en sus mentes algo para después de la muerte? O ¿es que piensan simple y llanamente que han de fenecer en la tierra y desaparecer su alma y su ser en general? Si este es el caso, entonces para qué esforzarse trabajando o matándose por conseguir el alimento de cada día, si igual vamos a fallecer y desaparecer por siempre. Cuál es el objetivo de estudiar arduamente o respetar las leyes dispuestas por el Estado y la sociedad, si igual no habrá después de la muerte terrena más futuro para vivir. Todo pierde el sentido, no existe la razón por la cual exigirse a sí mismo, pues ¿Para qué? ¿Qué gano con eso?

Solo así es como podemos entrar a cuestionar a un muchacho sobre el rumbo que está tomando su existir, preguntándole ¿para qué los religiosos y las personas de bien, nos exigimos perseverar en buena actitud? Y es porque nosotros, estamos esperando la recompensa celestial, aquello que nunca va a terminar y que siempre será constante, Cristo. Él es nuestra alegría y nuestro gozo, todo lo tenemos en Él, por Él y todo lo hacemos para Él. Ese es el verdadero católico, el que se entrega por conseguir la meta absoluta que es Nuestro Señor coronado en el Cielo. Amén.

N.P. San Agustín… Ruega por nosotros.

Bibliografía

  • San Agustín de Hipona. Obras completas “LOS SOLILOQUIOS”, tomo I. Biblioteca de Autores Cristianos. BAC, Madrid, 1957. P., 547.
  • San Agustín de Hipona. Obras completas “Las Retractaciones”, Biblioteca de Autores Cristianos. BAC, Madrid, 1985.

[1] San Agustín de Hipona. Obras completas “LOS SOLILOQUIOS”, tomo I. Biblioteca de Autores Cristianos. BAC, Madrid, 1957. P., 547.

[2] Ibít. P., 547.

[3] Ibít. P., 549.

[4] Ibít. P., 553.

[5] Ibít. P., 551.

De la oración fúnebre del P. Fr. Diego Francisco Padilla O.E.S.A.

Fecha: 18 de Mayo de 2009

Tema: De la oración fúnebre del P. Fr. Diego Francisco Padilla O.E.S.A.

  1. El sentimiento que queda de la muerte

Murió PADILLA, el sabio, el religioso, el humilde, el benéfico, el paciente, el orador divino y elocuente, el Pastor de su grey.[1] A su paso por la vida, el Padre Fray Diego Padilla OESA., fue dejando semillas cultivadas en cada uno de los corazones, que con el paso del tiempo dieron frutos de paz, de amor, de servicio y de entrega. Por esta razón, que ya habíamos profundizado en trabajos anteriores, encontramos en la oración fúnebre ese gran aprecio que le sienten sus hermanos de comunidad y allegados.

Dentro del texto, en medio de las condolencias, hallo con mucha tristeza ese desconsuelo que siente la orden por la perdida de tan gran amigo, religioso, padre y personalidad. Pero veo con descontento, la falta de esperanza que se cierne sobre la muerte de el padre Padilla, ya que hablan de él como un ser ya perdido; creo de alguna forma que una falta de confianza en la misericordia divina. opino que dentro de un espíritu religioso en el que se vivía no debía haber tanta tristeza como la que percibí. Yo digo, bendito sea el Señor porque él ya estará descansando en la gloriosa paz del Cielo; de no ser así, nuestra tarea es seguir pidiendo por su alma, pero no con melancolía recordando el pasado, sino con la alegría de vivir y mejorar el presente.

  1. La Familia desolada [] de un hermano y un Padre sin segundo[2]

¿Quiénes eran su familia? Él procedía de una modesta cuna cachaca, que en la medida de lo posible, solo quedaría sus hermanos vivos para cuando él murió. Pero luego de consagrarse al Señor, su nueva familia sería la comunidad agustiniana de Colombia, de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia, de la cual, él fue provincial dos veces.

Su dolor no se hiso esperar, y con nostálgicas palabras, expresaban su más sincero aprecio a tan grande “modelo de virtudes, de religiosos guía”[3], así sus hermanos en lo más profundo de su ser, decían a gritos: «Aleluya, Gloria a Ti Señor, Nuestro Dios, porque concediste a estos siervos tuyos, la grata alegría de poder conocer a este, tu humilde servidor, nuestro hermano fray Diego Padilla; a él que nos otorgó su vida, cuando todavía solo era de él. Oh Altísimo, te pedimos por la intercesión de N. P. San Agustín, lleves al cielo a este padre benemérito y que por los meritos de él mismo, procures la victoria y el gozo de su amada comunidad agustiniana».

Las anteriores son palabras que añado como mi oración fúnebre, luego de 190 años después de que el Padre Padilla haya fallecido. Creo que no solo sus hermanos religiosos de la época, se llenaron de gratitud con este fraile ilustre, sino que ahora nosotros podemos decir con gusto ¡GRACIAS!

Gracias por todo lo que con amor y entrega, tú, padre pachito hiciste por nosotros. Pienso que aquello que hiciste, hoy lo podemos ver reflejado en esta esplendorosa provincia que con elogios te dice: “hemos cumplido tu sueño de ser una comunidad que lucha por la libertad en medio de una nación católica”. A Dios, gracias por ti.

  1. Llora la grey á su Pastor querido[4]

Como bien nos lo comenta el texto, la gente siente su dolor como el propio. Es agradable notar entre los laicos de un pueblo, la identidad que siente con su pastor cada cuando es trasladado de lugar o cuando se muere. Yo creo que cundo sucumbió el P. Francisco Padilla, los feligreses que lo acompañaron durante su trayectoria presbiteral, sintieron una gran perdida en sus vidas.

Tan solo de pensar que para aquella época fue un hombre activo, elocuente, orador y muy convincente, lo más seguro es que haya sido un cura que movía masas. Además ¿Qué sacerdote escribe a su pueblo libros, periódicos y artículos tan de seguido y tan monumentales? Solo un loco de amor por el pueblo de Dios; por eso gente le devolvió con cariño lo que con esmero realizó él en ellos.

  1. Llora[] Su Patria á un hijo que formó su encanto[5]

Y… ¿cómo la nación no va a tener condolencias para con este reverendo? él fue prócer de la patria, y como tal, merecía un honor de parte del país, así como se lo hacen a los grandes personajes públicos que han dejado huella en nuestra patria; citando por ejemplo, el velorio que le concedieron a Rafael Escalona en el capitolio.

Pues bien, no sé si al padre Padilla le izaron el pabellón nacional, pero estoy seguro que lo merecía por su gran entrega a la libertad y a la independencia de esta República colombiana. Todavía cuando la plegaria fúnebre no comentara mucho acerca de este tema, doy por hecho que fray Agustín Fernández OESA., en estas cortas líneas quiso decir el verdadero sentimiento que debía profesar el Estado por la perdida de tan magno personaje nacional.

  1. Análisis de la oración

Esta plegaria fúnebre por el eterno descanso del M. R. P. Fr. Francisco Padilla O.E.S.A., fue hecha por la comunidad local del convento capitalino de los agustinos calzados de Colombia; pero difícil de descubrir quiénes eran, puesto que se dirigen en tercera persona. Al parecer, y con razón, su estado de ánimo no era el mejor, ya que entre líneas se notaba su tristeza de dejar a un hermano y amigo tan grande. Podemos decir que eran personas doctas, piadosas y muy religiosas, que amaban mucho al P. Padilla y que quedaron enteramente agradecidos por su vida.

Esta redacción se realizó el18 de mayo de 1829 con motivo del fallecimiento de Padilla el 9 de abril del mismo año; por tanto era dirigida al pueblo presente y de manera especial a él y a Dios. Ésta fue proclamada por el prior provincial de la época, examinador Sinodal del Arzobispado, el M. R. P. Maestro Fr. Agustín Fernández, OESA.

En este escrito, como en los anteriores, se maneja un lenguaje un poco diferente, quizá a los laicos de la época no haya sido nada difícil entender, pero ¿qué diremos de un feligrés de hoy día? yo creo que con la ignorancia religiosa que se vive actualmente, palabras tan sencillas como oráculo (que significa la respuesta que da Dios por sí mismo o por sus ministros, o sea, la Palabra del Señor), no sepan qué es o también, ignominioso que significa: causa de vergüenza pública.

  1. Conclusión

Todos estos elogios puestos en tu oración fúnebre, bien merecido los tenías Padre Padilla; evidentemente haz marcado huella en nuestras almas y corazones unidos en ruta a Dios. Asimismo, insisto, persisto y no desisto, el pueblo colombiano te debería dar cuantiosas gracias, pues somos quienes te debemos un poco de nuestra libertad.

¡Que Dios te tenga disfrutando ya de la salvación prometida. Descansa en Paz!

BIBLIOGRAFÍA

· Oración fúnebre: el convento de agustinos calzados de Bogotá. En las honras de N. M. R. P. maestro Fr. Diego francisco Padilla. Imprenta de Bruno Espinoza, Bogotá, 1829.


[1] Oración fúnebre: el convento de agustinos calzados de Bogotá. En las honras de N. M. R. P. maestro Fr. Diego francisco Padilla. Imprenta de Bruno Espinoza, Bogotá, 1829. Soneto 7.

[2] Ibít. Soneto 5.

[3] Ibít. Soneto 14.

[4] Ibít. Soneto 5.

[5] Ibít. Soneto 5.