03 de septiembre de 2009
Sobre el Libre Albedrío en San Agustín
Cap. VII de la importancia de la vida humana, aun más que la de los animales. Además la noción del saber que se vive. Descartes.
Cap. VIII de la superioridad humana ante los animales, no en fuerzas, sino en las cualidades de orden. Nosotros tenemos mente, espíritu y alma, cosa que no tienen ellos.
Cap. IX del anterior orden. El que tiene mente, tiene razón. Es más valioso dominar las paciones que a animales.
Cap. X nada es capaz de obligar a la mente a ser esclava de sus propias pasiones. Lo más superior es la mente racional y sabia antes que Dios
Cap. XI. La mente que de su propia voluntad se entrega a la libídine es justamente castigada.
Cap. XII. Los que son esclavos de las pasiones, justamente son castigados con las penas de esta vida mortal, aunque nunca hayan sido sabios.
Reflexión
Felices los animales que no tienen que sufrir tales suplicios nuestros, ya que ellos no saben a ciencia cierta lo que hacen, es decir la satisfacción corporal la realizan por gusto y complacencia de su cuerpo, no por ideales trascendentes. Pero resulta paradójico que las bestias no puedan sentir la susodicha emoción, la felicidad, ya que ellos son seres irracionales, por tanto que no pueden saber qué es eso.
Digo de nuevo la anterior idea, solo que de manera distinta. Nosotros, hombres, seres animales y pensantes según Aristóteles, tenemos tal don divino de saber. Esto es para unos de gran alegría tener ese bien, mente y el espíritu, residente del alma y comunicador de la realidad al hombre corpóreo. Para otros es un completo dolor de cabeza pues comprenden que de no actuar según los designios del Señor, serán condenados por toda la eternidad.
Decía Agustín que a uno Dios le da la capacidad de pensar y por ende de tener propia voluntad para la escogencia de su proceder en el mundo. El que actúa mal se condena, el que actúa bien, se salva, así de sencillo. Ahora digo: ¡Qué bueno es que los hombres tenga raciocinio porque tienen la posibilidad de vivir una vida feliz en el cielo! Ay ¿qué hacer entonces con los que son ignorantes o no saben de estos preceptos? Estos son los hombres que viven como bestias ambulantes por el mundo, sin razón de ser. Como no somos jueces de hombres, dejamos todo a la misericordia de Dios.
Cap. VII de la importancia de la vida humana, aun más que la de los animales. Además la noción del saber que se vive. Descartes.
Cap. VIII de la superioridad humana ante los animales, no en fuerzas, sino en las cualidades de orden. Nosotros tenemos mente, espíritu y alma, cosa que no tienen ellos.
Cap. IX del anterior orden. El que tiene mente, tiene razón. Es más valioso dominar las paciones que a animales.
Cap. X nada es capaz de obligar a la mente a ser esclava de sus propias pasiones. Lo más superior es la mente racional y sabia antes que Dios
Cap. XI. La mente que de su propia voluntad se entrega a la libídine es justamente castigada.
Cap. XII. Los que son esclavos de las pasiones, justamente son castigados con las penas de esta vida mortal, aunque nunca hayan sido sabios.
Reflexión
Felices los animales que no tienen que sufrir tales suplicios nuestros, ya que ellos no saben a ciencia cierta lo que hacen, es decir la satisfacción corporal la realizan por gusto y complacencia de su cuerpo, no por ideales trascendentes. Pero resulta paradójico que las bestias no puedan sentir la susodicha emoción, la felicidad, ya que ellos son seres irracionales, por tanto que no pueden saber qué es eso.
Digo de nuevo la anterior idea, solo que de manera distinta. Nosotros, hombres, seres animales y pensantes según Aristóteles, tenemos tal don divino de saber. Esto es para unos de gran alegría tener ese bien, mente y el espíritu, residente del alma y comunicador de la realidad al hombre corpóreo. Para otros es un completo dolor de cabeza pues comprenden que de no actuar según los designios del Señor, serán condenados por toda la eternidad.
Decía Agustín que a uno Dios le da la capacidad de pensar y por ende de tener propia voluntad para la escogencia de su proceder en el mundo. El que actúa mal se condena, el que actúa bien, se salva, así de sencillo. Ahora digo: ¡Qué bueno es que los hombres tenga raciocinio porque tienen la posibilidad de vivir una vida feliz en el cielo! Ay ¿qué hacer entonces con los que son ignorantes o no saben de estos preceptos? Estos son los hombres que viven como bestias ambulantes por el mundo, sin razón de ser. Como no somos jueces de hombres, dejamos todo a la misericordia de Dios.

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