sábado, 9 de mayo de 2009

Esta es mi vida, está a su servicio.

11 de noviembre de 2008

Biografía de: Andrés Felipe Romero Porras

A una vida simple puedo decir que comparo mi existencia. Mi hermana me decía: “las cosas más sencillas son las más hermosas y una madre es hermosa”; por tanto me atrevo a decir que la vida que me ha concedió Dios, ha sido el regalo más hermoso que haya podido recibir. En la vida se contiene todo lo que se posee; aquí se goza y se sufre. Ahora que han pasado 18 años; considero que todo ha sido provechoso y que de nada me puedo quejar, aunque así no lo pensaba antes cuando vivía sumergido en el mundo de la perdición. Ahora estoy supremamente agradecido y quedo en deuda con el Señor, porque Él me rescató de las garras del maligno y me tiene caminando por sus sendas.

Nací el 21 de Septiembre de 1990 en Bogotá, aunque me crié y sigo viviendo aquí en Facatativá, por tanto yo me siento oriundo de estas tierras y de hecho así lo aseveran mis documentos. Luego de un año y 8 días, fui bautizado en la Catedral de Facatativá. El 10 de octubre del 2000 y en el mismo templo, recibí de manos de mons. Carlos (Q.D.E.P.) mi primera comunión.

Mi familia está conformada por Víctor Julio Romero Barrera, mi papá, un hombre muy trabajador y entregado por la familia; por Esperanza Porras Parra, mi mamá, una mujer consagrada al hogar y al cuidado de sus hijos como la clueca con sus pollitos; también por Marian Romero Porras, mi hermana, una muchacha de 25 años, profesional en educación especial, muy cariñosa y amigable; asimismo, Víctor Manuel Romero Porras, mi hermano, un joven muy agradable y quien antes había estado en la comunidad. Antes las constantes disputas eran un tropiezo en el camino y habían muchas dificultades, pero aun así me supieron educar mis padres y sacarme adelante. En este preciso instante yo me siento uno con sus sentimientos; como les digo: “sus sufrimientos, son mis sufrimientos y sus alegrías, son mis alegrías”. Mi relación con ellos es muy bella y ahora más que nunca, puesto que han empezado a compartir el amor ferviente por Jesús, en la tierna forma del Divino Niño.

Yo inicié mis estudios en el jardín infantil San Carlos, continué en la escuela del barrio contiguo: San Cristóbal; luego realicé 1ro y 2do en el jardín infantil minié; de allí pasé al colegio mayor de occidente, donde cursé hasta 8vo. Por un inconveniente ingresé a la institución educativa la Arboleda donde aprendí a ser más humilde; mi bachillerato lo terminé en el colegio San Pedro T.C. en Madrid, cund. Ahora me encuentro aquí en el Propedéutico Santa Rita y me siento muy feliz porque mi vida cambió por Cristo.




¿Cómo ingrese a la comunidad?
Considero que mi entrada a la comunidad sucedió con la acogida primera de los frailes en Bogotá, a partir de aquel instante me empecé a dejar llenar del espíritu agustiniano y mi vocación se tornó al carisma de la vida en unidad. Sentía el gusanito del amor en mi vientre, como el novio que ha encontrado a su pareja ideal. El sentimiento de alegría por la noticia de mi ingreso se vio manchada por la negativa de mi hermano; más después lo tuve a mi lado, aunque no por mucho tiempo. La pasión al incorporarme era la de un infante; había en mí en deseo de continuar sin tener en cuenta lo que pudiera venir; es decir, no tenía bien claro el sentido de seguimiento a Cristo.

¿Cómo me siento ahora?
No significa que hoy día ya lo haya resuelto todo y que no queda campo para la duda en mi corazón. Quizá ahora tengo las cosas más claras y puedo ver más despejado el futuro. Mi objetivo principal en la vida lo he replanteado aquí varias veces, al principio solo veía el sacerdocio como mi única meta; actualmente mi término es Cristo y por Él la Santificación mía y la de muchos otros, fuera de esto son ayudas que complementan este empeño tan difícil en la vida. A corto plazo veo mi noviciado, el Sacerdocio ministerial y la evangelización de las nuevas generaciones, considero ésta es mi misión aquí en la tierra. Yo en este momento me siento muy contento de pertenecer a la comunidad de los verdaderos hijos de Agustín y de revivir tan bellas experiencias de nuestro padre. El gozo del seguimiento de Cristo por medio de un solo corazón y una sola alma con mis hermanos, ha transformado mi vida, haciéndola, ya no mía, sino toda del Señor.

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