Fecha: 01 de Abril de 2009
Tema: La filosofía en antiguo, el principio de un camino a Dios.
El culmen de la filosofía, la Verdad.
La filosofía, ah… algo con lo que el hombre se ha deleitado por largos siglos; es una manera de vivir consagrada a la verdad. No hay mayor objetivo de la misma sino este: ¡encontrar la verdad! Al hallar la verdad de las verdades, en donde todo se ha dicho y ya no queda nada más que decir, culminará entonces la filosofía, para convertirse en su mayor anhelo, la verdad. De alguna manera, yo concluyo, que la filosofía quiere en el fin de los tiempos transmutarse a lo que fue su cometido, la verdad.
Considero entonces que la filosofía, el arte de ir descubriendo, algún día extinguirá la propia luz que iluminaba la mente de los hombres para revelar la creación de Dios aquí en la tierra. Sucederá esto cuando todos nosotros compartamos un lugar en el cielo y el Altísimo manifieste su absoluto esplendor y gloria, que es su verdad última, Cristo. Tal cual muere allí la esperanza, pues todo ya ha sido alcanzado, también fenecerá así la filosofía, puesto que la verdad ha sido dicha por completa y ya no existe el afán de buscarla.
Es pues, que el esfuerzo de miles de años, de muchísimos filósofos, se ve consumado en la persona divina de Jesucristo, aún cuando muchos no lo hayan querido así, luego que bien dice Él: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En torno a este pasaje del Evangelio de Jesús según San Juan, caminaremos de la mano con la filosofía.
El camino.
Durante el siglo XVIII el mundo adoptó el nombre del siglo de las luces, algo que le quedó muy bien; sin embargo yo por mi parte me atrevo a decir que esta iluminación no solo se quedó en esta corta época, sino que trascendió por generaciones desde el principio de la filosofía. Esta es la luz que acompañó a todos los filósofos durante todos los días de sus vidas; era una irradiación que mantenía un camino cada vez más despejado hacia su objetivo que es encontrar hasta la más mínima de todas las cosas secretas y desconocidas para el hombre, pero de sobremanera, su causa primera, Dios.
Cuando Jesús estaba con sus discípulos, casi por última vez que lo irían a ver en carne y hueso, Éste les prometió que les concedería su Santo Espíritu, con el objetivo de que Él les iluminaría y les manifestaría siempre la verdad (en la Iglesia). Ahora bien, si los pensadores de la sabiduría, buscan inquietos la verdad, y no hay sino una única y sola verdad que es Cristo, entonces también ellos sentirán la presencia del Espíritu de Dios (solo si creen en Él). Por tanto, vemos en este momento dos fuerzas paralelas que se encaminan hacia nuestro Señor, la filosofía y la Santa Madre Iglesia (La teología). En el instante dado, estas dos caminando de la mano, encontrarán su tesoro tan ansiado.
Teniendo claro esto, que el Espíritu Santo resplandece el sendero de la filosofía, pues ésta busca la verdad y la verdad es Cristo; es el momento indicado para devolvernos en la historia y comenzar en la antigua Grecia. Vamos a develar una corta parte del camino que siguieron los filósofos y que cimentó la vía en adelante.
El camino a la verdad, antes de la filosofía en antiguo, yo lo veo como una carretera destapada, con muchos huecos colosales, unos barriales enormes y una capa espesa de polvo que hacía de éste un pasaje sombrío, poco transitable, pero que al ser tan misterioso, lo convertía en curioso y atractivo, por eso algunos en un principio se decidieron arriesgarse y marchar por este sendero. Eran hombres preocupados por arreglar el destapado y hacer que otros tantos lo recorrieran; eran personas que entregaron la vida por colocar focos a la oscura carretera, solidificar los conceptos que aún estaban movedizos y llenar los espacios vacíos que iban quedando al caminar.
La filosofía antigua, dado su nombre, parecería que tuviera unas ideas anticuadas y carentes de lucidez, pero resulta contradictor que esta fue una de las épocas más fructuosas para la humanidad y que fijó lo que sería las preguntas fundamentales de la historia, teniendo respuestas que abrirían a los demás las puertas del nous.
Nos vamos nosotros a la localidad de Mileto, en Grecia, en donde apareció por vez primera un filósofo como tal en la historia; su nombre era Tales, un hombre brillante que empezó a dar una razón más lógica al inicio (Arkhé) del cosmos, en vez de la tradicional forma de los dioses paganos. Él habla del Arkhé del todo, siendo el agua. Es razonable que diga esto, pues toda su vida la pasó rodeado de la misma. Además esta teoría no está muy lejos de la realidad, puesto que gran cantidad de agua está contenida en le cuerpo humano, un embrión se desarrolla en la misma, también de este liquido salieron las primeras espacies y el universo está repleto de estos elementos, el H y el O.
Ahora vamos a ver a otro pionero dela filosofía, Anaximandro, también milesio; este individuo del mismo modo buscó el principio del cosmos, aseverando que éste se encontraba en la mente del hombre y que partía del concepto de infinito, infinito que solo se asemejaría en algo de su proporción, para él y su antecesor, el mar universal (okéanos). Aún a pesar de que el Arkhé infinito estaba en la mente del hombre, no lo podía concebir, pues el mortal es limitado. Es pues que trataba una iniciación desconocida, indeterminada (a lo cual llamó aperion). Consideró en aquel tiempo un principio metafísico, que en este caso fue el caos, algo no tan descabellado si lo relacionamos con el origen bíblico del Génesis, base de nuestras creencias cristianas.
Completando a la trinidad de Mileto, llega Anaxímenes, un personaje que sintetizó a sus predecesores con la teoría de que todo proviene del aire (aër). En esta se concentra lo concreto del “agua” y lo indeterminado del “infinito”, pues según él, el aire está en todo y es universal, y aún cuando no se pueda tocar, se puede respirar y da vida. Así conocemos a los primeros tres filósofos de la antigüedad que los podríamos determinar como materialistas, que ponían a prueba la tradición divina y que la cuestiona con la lógica de la razón.
Ahora pasamos a la escuela pitagórica, donde se observa un cambio de pensar muy grande para su época; con una estricta observancia, la manera de vivir de los que a ella pertenecen, es interesante, pues se dan unas pautas como de vida monástica medieval; ejemplo de ello es el no poder comer carne, puesto que consideran la transmutación del alma, una e inmortal, a otros cuerpos; en términos más comunes, la reencarnación. Tenían además un juicioso oficio de intelectualidad, que impresionaba hasta a los más sabios como Platón; se reunían en comunidad y también consideraban la meditación religiosa. Esto me lleva a pensar en la comunidad de los padres agustinos bajo la regla de San Agustín; esta otra fundada en el siglo VI a.C. por Pitágoras.
El mayor aporte de los pitagóricos a la humanidad fue los números como una forma nueva de concebir el mundo; a partir de ellos empezaban racionamientos sorprendentes, cálculos infinitos y en fin, cantidades de funciones. Para Pitágoras, el Arkhé, como bien lo hemos indicado, es el “Número”. Además veían en ellos el significado universal de las cosas:
1: punto
2: línea
3: superficie
4: solido
(Suma) 10: perfección
Pares: lo ilimitado
Impares: lo limitado
De alguna manera la física moderna está de acuerdo con poder determinar el universo según los números.
La vista desde Jenófanes de Colofón es otra muy distinta, el camino empieza a tomar un nuevo rumbo. El Santo Espíritu lo iluminó para poder decir que solo existe un Dios que mueve todas las cosas desde su ser y que es superior a todo, o sea, él habla de un principio muy cristiano. Para él, el Arkhé es un monoteísmo y no un politeísmo pagano que estaba en pleno auge. Propone también Jenófanes, el ver las cosas desde otra perspectiva, desde afuera del mismo embrollo, es decir ser crítico o espectador del espectáculo, valga la redundancia, para dar un mejor juicio. Como me dijo el Pbro. Gustavo Zamora en cierta ocasión: “para entender la realidad de la prostitución, no hay que ser prostituta.” Para los sacerdotes significa un alejarse de la costa común y ver desde el exterior.
Diré de Parménides de Elea, un individuo que pone a pensar a la filosofía, algo que propiamente copié de la clase sobre el “ente”, su concepto primordial: «Parménides toma al ente que está presente en el pensamiento. El ente puede estar cerca, lejos, distante, al lado, en fin en cualquier posicionamiento y siempre está persistente. Uno puede evocar un ente en la mente, aún cuando se encuentre ausente, así se hace presente. Uno es vidente del ente perpetuamente. Es una permanente percepción del ente.» curiosamente me salió versadamente.
El Ser (ente) lo es todo, son las cosas en el nous, el concepto, lo imperecedero, inmutable, perfecto, necesario, inmóvil, estático y pleno. Para Parménides, en el nous se encuentra todo, pues cuando se divisa algún objeto, luego estará para siempre en la mente. Según la psicología, las cosas pueden o no permanecer en el cerebro, según se almacene en la memoria a largo plazo (MLP) o si en cambio, en la de corto plazo (MCP). Simplemente se ha de ejercitar la memoria con adiestramientos de parafraseo, repetición instantánea, selección, sintetizar y organizar la información para mantener en el consciente cualquier cosa que se quiera.
Parménides contiene mucha información importante. El ente que es lo que permanece en la mente, es la verdad, (esto es indagar por la vía de la Aletella). Cuando se adquiere conocimiento por medio de los sentidos (es la vía de la Doxa); uno no se debe desviar por la opinión. El hombre ha de decir la verdad y solo la verdad.
Nous (Mente)
El ente
La Verdad (Aletella)
Realidad (sentidos)
Cosa, el objeto
La opción (Doxa)
Zenón de Elea, es un discípulo de Parménides que corroboró la hipótesis de su maestro acerca de que el ser es permanente e inconmovible, sus tentándolo con una serie de leyes.
Heráclito de Éfeso (el oscuro) concluyó una filosofía reflexiva contraria a la de Parménides y la de su discípulo, Zenón, en donde dice: “todo fluye” (Panta rhei). Para él las cosas no se quedan estáticas, sino que cambian y se transforman. Él da el ejemplo siguiente: “no puedes bañarte dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren sobre ti”. Es así que la única realidad constante, es la del cambio que se percibe únicamente por los sentidos, podríamos decir que forja las bases para el empirismo moderno y también el principio de la relatividad de Einstein, pues nada tiene un valor absoluto.
Este filósofo también se preocupó por dar la respuesta al Arkhé del cambio y la relatividad, señalando dos principios opuestos fundidos en el fuego abrazador. Él da la teoría de un dualismo negativo y positivo compuesto en una unidad, algo que plantearían muchos años después desde el cristianismo los maniqueos, la secta a la que perteneció San Agustín. Hoy día lo vemos planteado con las energías, de la ideología de la New Age.
Empédocles, conocido por la gente como el sibilino, quería ser divino, ya que hablaba de una doble naturaleza en el hombre, una mortal y otra inmortal; el hombre está llamado a esta segunda. Lo podríamos asemejar con el cuerpo mortal del hombre y el alma eterna que Dios concede. Del Arkhé que Empedeces propone, decimos que consideró varios inicios pluralistas metafísicos, de allí resulta la tendencia a indicar que el fuego, el agua, el aire y como añadidura propia, la tierra, son los principios fundamentales.
Dialoga del amor, como eso que une y el odio, como eso que separa. El objetivo de la humanidad entonces será el amor; algo que de hecho buscamos incesantemente nosotros los cristianos para llegar a la unidad tan anhelada.
Continuamos nuestro caminar por la filosofía y nos topamos con una especificación de la carretera, Anaxágoras, un hombre que pensó en miniatura acerca de la composición de las cosas; decía él, que todo está compuesto de partículas pequeñas que se unen para dar las formas, que proviene de la igualdad y que se llaman Homeomerías. Pero para dejar más en claro todo, dijo que existían unas más pequeñas todavía, las Panspermias. Ambos tipos son invisibles. Lograríamos seguramente indicar en el camino destapado, que la tierra se conforma de estas partículas, que los terrones son Homeomerías, y que el polvo que se levanta son las Panspermias.
Así seguimos caminando y encontramos la corriente atomista. Quien deliberó primero fue Demócrito, señalando que los átomos componen el cosmos, pequeñas partículas que en ocasiones dejan espacios, los cuales considera vacios, el no ser que refuta la idea de Parménides acerca del ente infinito. Él sin haber salido al espacio exterior supuso que existían vacios, hoy día con las invenciones observamos en el universo cavidades vacías, llenas de nada, ni un elemento químico que las conforme.
Es el momento para chocar en medio de la vía, a los sofistas, maestros de las calles en Grecia, ellos departían conocimiento y hablaban de la sabiduría; eran duramente atacados, en especial por filósofos clásicos. Pues basaban su retórica en puras falsedades; algo así como los hermanos separadísimos del cristianismo, que se ponen a predicar con la Biblia bajo el sobaco, de casa en casa y en los parques, con un maletín al hombro. Que imparten herejías al pueblo de Dios para convencerlos de la mentira y alejarlos del veredero camino que es el del Dios, Uno y Trino. Ambos grupos parecen unas personas interesantes que dominaran los temas con plena sabiduría, pero solo es ilusión.
De entre ellos está Protágoras, un hombre que en demasía era materialista, solo creía en lo que podía ver con sus sentidos, lo que estaba al frente y nada más; iba en contra de la antigua forma de pensar. La esencia de las cosas para él, era su utilidad, sino servía para nada, simplemente no era. Este individuo no observaba el fondo, la universalidad del pensamiento, él se ciega por dentro.
También Górgias está en el grupo. Un personaje inteligente y calculador. Discurría en el pensar que las cosas no se pueden conocer, puesto que cuando unos las ven, no observa la esencia y se queda meramente en la apariencia. En lo siguiente concuerda con la Iglesia, en que cuando uno determina algo con las palabras, uno se queda cortico para expresar; de esta forma sucede cuando se habla de Dios.
Los sofistas parecerían ser un obstáculo en el camino, pero es cuando aparece Sócrates, para colocar focos de sabiduría en la carretera. Sócrates, llega para poner un “tate quieto” a estos seudo-filósofos. Hablando de su doctrina, la podemos asimilar con la de San Agustín, nuestro padre, acerca de la interioridad, puesto que el sabio clásico planteaba un conocerse a sí mismo para descubrir las virtudes de cada ser humano y de esta forma alcanzar la superación propia.
Por otra parte proyecta la idea del límite para las cosas, sacándolas así de la nube polvo irracional. También propone un método del conocimiento distinguido como la mayéutica, el cual presume ir de lo particular del asunto a lo universal, e ir descubriendo la respuesta poco a poco. Por eso me atrevo a decir que Sócrates es el filósofo que acompaña en el camino y nos conduce a la verdad.
Continúa el discípulo, Platón, de quien podemos rescatar grandes cosas. Primero que todo, diremos que creó una escuela filosófica llamada la academia, en esta se formaron alumnos famosos como Aristóteles. Su doctrina, que es compleja y magna, como lo expresaba su fiel seguidor, Agustín de Hipona, contenían un juicio acerca de cómo el hombre contemplaba las cosas, de lo cual dedujo que uno no tiene la posibilidad de conocer todo absolutamente, como tal, ya que los objetos no tienen una plena perfección. Solo en el mundo ideal, en la mente, se encuentra el concepto absoluto y completo; que es el resultado de unir las percepciones que nos vienen del exterior junto a nuestras ideas propias del ser. Se trata este problema de dos mundo uno inteligible y el otro sensible; como lo indica el primero, es donde se ciernen la idea compuesta y el otro es el imperfecto que obtenemos de los sentidos.
Platón acude a tres tipos de hombres para decir cómo ve él la sociedad:
La verdad.
Obreros: encargados de producción.
Filósofos: los sabios.
Vigilantes: los militares
Sostienen a los demás.
Al servicio del estado
Aquí termina una primera parte del camino de la filosofía, que aún se encontraba destapada, luego veremos como es adoquinada en la edad media y pavimentada el modernismo.
La verdad y la vida
La verdad es siempre la misma, solo que la idea del hombre acerca de ésta, va cambiando a medida que se camina en el tiempo hasta llegar a la veracidad última, que es Jesús, quien seduce a la humanidad a seguirlo a Él, ha vivir la vida en verdad, a buscar la vida verdadera, la vida a su lado, la resurrección en la vida eterna. Ese es el mayor descubrimiento del hombre, que la vida que vivimos aquí en la tierra solo es un paso para continuar el camino que se prolonga en la túnica de nuestro Señor, del cual hasta ahora solo hemos recorrido un tramo del bordado.
Según Platón, de una forma muy cristiana, expresa que todo ha de tender a Dios, pues todo ha estado relacionado con el bien y el bien es el Dios. La base del filósofo es el amor, puesto que éste hace que él busque lo que no tiene; lo que no tiene aún es la verdad, la verdad es Jesucristo; Dios es amor, por tanto Dios procura que uno lo busque a Él, el bien y la felicidad suprema. Es decir que la verdad, es también la felicidad del hombre.
“Vivamos siempre en unidad de almas y corazones en ruta hacia Dios”.[1]
N.P. San Agustín.
BIBLIOGRAFÍA
Rubio B., Pedro. Recordar La respuesta agustiniana. Biblioteca Básica Familiar Agustiniana. Iquitos – Perú, 2003, p. 98.
· Microsoft Encarta 2008. 1993-2007 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[1] Rubio B., Pedro. Recordar La respuesta agustiniana. Biblioteca Básica Familiar Agustiniana. Iquitos – Perú, 2003, p. 98.
Tema: La filosofía en antiguo, el principio de un camino a Dios.
El culmen de la filosofía, la Verdad.
La filosofía, ah… algo con lo que el hombre se ha deleitado por largos siglos; es una manera de vivir consagrada a la verdad. No hay mayor objetivo de la misma sino este: ¡encontrar la verdad! Al hallar la verdad de las verdades, en donde todo se ha dicho y ya no queda nada más que decir, culminará entonces la filosofía, para convertirse en su mayor anhelo, la verdad. De alguna manera, yo concluyo, que la filosofía quiere en el fin de los tiempos transmutarse a lo que fue su cometido, la verdad.
Considero entonces que la filosofía, el arte de ir descubriendo, algún día extinguirá la propia luz que iluminaba la mente de los hombres para revelar la creación de Dios aquí en la tierra. Sucederá esto cuando todos nosotros compartamos un lugar en el cielo y el Altísimo manifieste su absoluto esplendor y gloria, que es su verdad última, Cristo. Tal cual muere allí la esperanza, pues todo ya ha sido alcanzado, también fenecerá así la filosofía, puesto que la verdad ha sido dicha por completa y ya no existe el afán de buscarla.
Es pues, que el esfuerzo de miles de años, de muchísimos filósofos, se ve consumado en la persona divina de Jesucristo, aún cuando muchos no lo hayan querido así, luego que bien dice Él: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En torno a este pasaje del Evangelio de Jesús según San Juan, caminaremos de la mano con la filosofía.
El camino.
Durante el siglo XVIII el mundo adoptó el nombre del siglo de las luces, algo que le quedó muy bien; sin embargo yo por mi parte me atrevo a decir que esta iluminación no solo se quedó en esta corta época, sino que trascendió por generaciones desde el principio de la filosofía. Esta es la luz que acompañó a todos los filósofos durante todos los días de sus vidas; era una irradiación que mantenía un camino cada vez más despejado hacia su objetivo que es encontrar hasta la más mínima de todas las cosas secretas y desconocidas para el hombre, pero de sobremanera, su causa primera, Dios.
Cuando Jesús estaba con sus discípulos, casi por última vez que lo irían a ver en carne y hueso, Éste les prometió que les concedería su Santo Espíritu, con el objetivo de que Él les iluminaría y les manifestaría siempre la verdad (en la Iglesia). Ahora bien, si los pensadores de la sabiduría, buscan inquietos la verdad, y no hay sino una única y sola verdad que es Cristo, entonces también ellos sentirán la presencia del Espíritu de Dios (solo si creen en Él). Por tanto, vemos en este momento dos fuerzas paralelas que se encaminan hacia nuestro Señor, la filosofía y la Santa Madre Iglesia (La teología). En el instante dado, estas dos caminando de la mano, encontrarán su tesoro tan ansiado.
Teniendo claro esto, que el Espíritu Santo resplandece el sendero de la filosofía, pues ésta busca la verdad y la verdad es Cristo; es el momento indicado para devolvernos en la historia y comenzar en la antigua Grecia. Vamos a develar una corta parte del camino que siguieron los filósofos y que cimentó la vía en adelante.
El camino a la verdad, antes de la filosofía en antiguo, yo lo veo como una carretera destapada, con muchos huecos colosales, unos barriales enormes y una capa espesa de polvo que hacía de éste un pasaje sombrío, poco transitable, pero que al ser tan misterioso, lo convertía en curioso y atractivo, por eso algunos en un principio se decidieron arriesgarse y marchar por este sendero. Eran hombres preocupados por arreglar el destapado y hacer que otros tantos lo recorrieran; eran personas que entregaron la vida por colocar focos a la oscura carretera, solidificar los conceptos que aún estaban movedizos y llenar los espacios vacíos que iban quedando al caminar.
La filosofía antigua, dado su nombre, parecería que tuviera unas ideas anticuadas y carentes de lucidez, pero resulta contradictor que esta fue una de las épocas más fructuosas para la humanidad y que fijó lo que sería las preguntas fundamentales de la historia, teniendo respuestas que abrirían a los demás las puertas del nous.
Nos vamos nosotros a la localidad de Mileto, en Grecia, en donde apareció por vez primera un filósofo como tal en la historia; su nombre era Tales, un hombre brillante que empezó a dar una razón más lógica al inicio (Arkhé) del cosmos, en vez de la tradicional forma de los dioses paganos. Él habla del Arkhé del todo, siendo el agua. Es razonable que diga esto, pues toda su vida la pasó rodeado de la misma. Además esta teoría no está muy lejos de la realidad, puesto que gran cantidad de agua está contenida en le cuerpo humano, un embrión se desarrolla en la misma, también de este liquido salieron las primeras espacies y el universo está repleto de estos elementos, el H y el O.
Ahora vamos a ver a otro pionero dela filosofía, Anaximandro, también milesio; este individuo del mismo modo buscó el principio del cosmos, aseverando que éste se encontraba en la mente del hombre y que partía del concepto de infinito, infinito que solo se asemejaría en algo de su proporción, para él y su antecesor, el mar universal (okéanos). Aún a pesar de que el Arkhé infinito estaba en la mente del hombre, no lo podía concebir, pues el mortal es limitado. Es pues que trataba una iniciación desconocida, indeterminada (a lo cual llamó aperion). Consideró en aquel tiempo un principio metafísico, que en este caso fue el caos, algo no tan descabellado si lo relacionamos con el origen bíblico del Génesis, base de nuestras creencias cristianas.
Completando a la trinidad de Mileto, llega Anaxímenes, un personaje que sintetizó a sus predecesores con la teoría de que todo proviene del aire (aër). En esta se concentra lo concreto del “agua” y lo indeterminado del “infinito”, pues según él, el aire está en todo y es universal, y aún cuando no se pueda tocar, se puede respirar y da vida. Así conocemos a los primeros tres filósofos de la antigüedad que los podríamos determinar como materialistas, que ponían a prueba la tradición divina y que la cuestiona con la lógica de la razón.
Ahora pasamos a la escuela pitagórica, donde se observa un cambio de pensar muy grande para su época; con una estricta observancia, la manera de vivir de los que a ella pertenecen, es interesante, pues se dan unas pautas como de vida monástica medieval; ejemplo de ello es el no poder comer carne, puesto que consideran la transmutación del alma, una e inmortal, a otros cuerpos; en términos más comunes, la reencarnación. Tenían además un juicioso oficio de intelectualidad, que impresionaba hasta a los más sabios como Platón; se reunían en comunidad y también consideraban la meditación religiosa. Esto me lleva a pensar en la comunidad de los padres agustinos bajo la regla de San Agustín; esta otra fundada en el siglo VI a.C. por Pitágoras.
El mayor aporte de los pitagóricos a la humanidad fue los números como una forma nueva de concebir el mundo; a partir de ellos empezaban racionamientos sorprendentes, cálculos infinitos y en fin, cantidades de funciones. Para Pitágoras, el Arkhé, como bien lo hemos indicado, es el “Número”. Además veían en ellos el significado universal de las cosas:
1: punto
2: línea
3: superficie
4: solido
(Suma) 10: perfección
Pares: lo ilimitado
Impares: lo limitado
De alguna manera la física moderna está de acuerdo con poder determinar el universo según los números.
La vista desde Jenófanes de Colofón es otra muy distinta, el camino empieza a tomar un nuevo rumbo. El Santo Espíritu lo iluminó para poder decir que solo existe un Dios que mueve todas las cosas desde su ser y que es superior a todo, o sea, él habla de un principio muy cristiano. Para él, el Arkhé es un monoteísmo y no un politeísmo pagano que estaba en pleno auge. Propone también Jenófanes, el ver las cosas desde otra perspectiva, desde afuera del mismo embrollo, es decir ser crítico o espectador del espectáculo, valga la redundancia, para dar un mejor juicio. Como me dijo el Pbro. Gustavo Zamora en cierta ocasión: “para entender la realidad de la prostitución, no hay que ser prostituta.” Para los sacerdotes significa un alejarse de la costa común y ver desde el exterior.
Diré de Parménides de Elea, un individuo que pone a pensar a la filosofía, algo que propiamente copié de la clase sobre el “ente”, su concepto primordial: «Parménides toma al ente que está presente en el pensamiento. El ente puede estar cerca, lejos, distante, al lado, en fin en cualquier posicionamiento y siempre está persistente. Uno puede evocar un ente en la mente, aún cuando se encuentre ausente, así se hace presente. Uno es vidente del ente perpetuamente. Es una permanente percepción del ente.» curiosamente me salió versadamente.
El Ser (ente) lo es todo, son las cosas en el nous, el concepto, lo imperecedero, inmutable, perfecto, necesario, inmóvil, estático y pleno. Para Parménides, en el nous se encuentra todo, pues cuando se divisa algún objeto, luego estará para siempre en la mente. Según la psicología, las cosas pueden o no permanecer en el cerebro, según se almacene en la memoria a largo plazo (MLP) o si en cambio, en la de corto plazo (MCP). Simplemente se ha de ejercitar la memoria con adiestramientos de parafraseo, repetición instantánea, selección, sintetizar y organizar la información para mantener en el consciente cualquier cosa que se quiera.
Parménides contiene mucha información importante. El ente que es lo que permanece en la mente, es la verdad, (esto es indagar por la vía de la Aletella). Cuando se adquiere conocimiento por medio de los sentidos (es la vía de la Doxa); uno no se debe desviar por la opinión. El hombre ha de decir la verdad y solo la verdad.
Nous (Mente)
El ente
La Verdad (Aletella)
Realidad (sentidos)
Cosa, el objeto
La opción (Doxa)
Zenón de Elea, es un discípulo de Parménides que corroboró la hipótesis de su maestro acerca de que el ser es permanente e inconmovible, sus tentándolo con una serie de leyes.
Heráclito de Éfeso (el oscuro) concluyó una filosofía reflexiva contraria a la de Parménides y la de su discípulo, Zenón, en donde dice: “todo fluye” (Panta rhei). Para él las cosas no se quedan estáticas, sino que cambian y se transforman. Él da el ejemplo siguiente: “no puedes bañarte dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren sobre ti”. Es así que la única realidad constante, es la del cambio que se percibe únicamente por los sentidos, podríamos decir que forja las bases para el empirismo moderno y también el principio de la relatividad de Einstein, pues nada tiene un valor absoluto.
Este filósofo también se preocupó por dar la respuesta al Arkhé del cambio y la relatividad, señalando dos principios opuestos fundidos en el fuego abrazador. Él da la teoría de un dualismo negativo y positivo compuesto en una unidad, algo que plantearían muchos años después desde el cristianismo los maniqueos, la secta a la que perteneció San Agustín. Hoy día lo vemos planteado con las energías, de la ideología de la New Age.
Empédocles, conocido por la gente como el sibilino, quería ser divino, ya que hablaba de una doble naturaleza en el hombre, una mortal y otra inmortal; el hombre está llamado a esta segunda. Lo podríamos asemejar con el cuerpo mortal del hombre y el alma eterna que Dios concede. Del Arkhé que Empedeces propone, decimos que consideró varios inicios pluralistas metafísicos, de allí resulta la tendencia a indicar que el fuego, el agua, el aire y como añadidura propia, la tierra, son los principios fundamentales.
Dialoga del amor, como eso que une y el odio, como eso que separa. El objetivo de la humanidad entonces será el amor; algo que de hecho buscamos incesantemente nosotros los cristianos para llegar a la unidad tan anhelada.
Continuamos nuestro caminar por la filosofía y nos topamos con una especificación de la carretera, Anaxágoras, un hombre que pensó en miniatura acerca de la composición de las cosas; decía él, que todo está compuesto de partículas pequeñas que se unen para dar las formas, que proviene de la igualdad y que se llaman Homeomerías. Pero para dejar más en claro todo, dijo que existían unas más pequeñas todavía, las Panspermias. Ambos tipos son invisibles. Lograríamos seguramente indicar en el camino destapado, que la tierra se conforma de estas partículas, que los terrones son Homeomerías, y que el polvo que se levanta son las Panspermias.
Así seguimos caminando y encontramos la corriente atomista. Quien deliberó primero fue Demócrito, señalando que los átomos componen el cosmos, pequeñas partículas que en ocasiones dejan espacios, los cuales considera vacios, el no ser que refuta la idea de Parménides acerca del ente infinito. Él sin haber salido al espacio exterior supuso que existían vacios, hoy día con las invenciones observamos en el universo cavidades vacías, llenas de nada, ni un elemento químico que las conforme.
Es el momento para chocar en medio de la vía, a los sofistas, maestros de las calles en Grecia, ellos departían conocimiento y hablaban de la sabiduría; eran duramente atacados, en especial por filósofos clásicos. Pues basaban su retórica en puras falsedades; algo así como los hermanos separadísimos del cristianismo, que se ponen a predicar con la Biblia bajo el sobaco, de casa en casa y en los parques, con un maletín al hombro. Que imparten herejías al pueblo de Dios para convencerlos de la mentira y alejarlos del veredero camino que es el del Dios, Uno y Trino. Ambos grupos parecen unas personas interesantes que dominaran los temas con plena sabiduría, pero solo es ilusión.
De entre ellos está Protágoras, un hombre que en demasía era materialista, solo creía en lo que podía ver con sus sentidos, lo que estaba al frente y nada más; iba en contra de la antigua forma de pensar. La esencia de las cosas para él, era su utilidad, sino servía para nada, simplemente no era. Este individuo no observaba el fondo, la universalidad del pensamiento, él se ciega por dentro.
También Górgias está en el grupo. Un personaje inteligente y calculador. Discurría en el pensar que las cosas no se pueden conocer, puesto que cuando unos las ven, no observa la esencia y se queda meramente en la apariencia. En lo siguiente concuerda con la Iglesia, en que cuando uno determina algo con las palabras, uno se queda cortico para expresar; de esta forma sucede cuando se habla de Dios.
Los sofistas parecerían ser un obstáculo en el camino, pero es cuando aparece Sócrates, para colocar focos de sabiduría en la carretera. Sócrates, llega para poner un “tate quieto” a estos seudo-filósofos. Hablando de su doctrina, la podemos asimilar con la de San Agustín, nuestro padre, acerca de la interioridad, puesto que el sabio clásico planteaba un conocerse a sí mismo para descubrir las virtudes de cada ser humano y de esta forma alcanzar la superación propia.
Por otra parte proyecta la idea del límite para las cosas, sacándolas así de la nube polvo irracional. También propone un método del conocimiento distinguido como la mayéutica, el cual presume ir de lo particular del asunto a lo universal, e ir descubriendo la respuesta poco a poco. Por eso me atrevo a decir que Sócrates es el filósofo que acompaña en el camino y nos conduce a la verdad.
Continúa el discípulo, Platón, de quien podemos rescatar grandes cosas. Primero que todo, diremos que creó una escuela filosófica llamada la academia, en esta se formaron alumnos famosos como Aristóteles. Su doctrina, que es compleja y magna, como lo expresaba su fiel seguidor, Agustín de Hipona, contenían un juicio acerca de cómo el hombre contemplaba las cosas, de lo cual dedujo que uno no tiene la posibilidad de conocer todo absolutamente, como tal, ya que los objetos no tienen una plena perfección. Solo en el mundo ideal, en la mente, se encuentra el concepto absoluto y completo; que es el resultado de unir las percepciones que nos vienen del exterior junto a nuestras ideas propias del ser. Se trata este problema de dos mundo uno inteligible y el otro sensible; como lo indica el primero, es donde se ciernen la idea compuesta y el otro es el imperfecto que obtenemos de los sentidos.
Platón acude a tres tipos de hombres para decir cómo ve él la sociedad:
La verdad.
Obreros: encargados de producción.
Filósofos: los sabios.
Vigilantes: los militares
Sostienen a los demás.
Al servicio del estado
Aquí termina una primera parte del camino de la filosofía, que aún se encontraba destapada, luego veremos como es adoquinada en la edad media y pavimentada el modernismo.
La verdad y la vida
La verdad es siempre la misma, solo que la idea del hombre acerca de ésta, va cambiando a medida que se camina en el tiempo hasta llegar a la veracidad última, que es Jesús, quien seduce a la humanidad a seguirlo a Él, ha vivir la vida en verdad, a buscar la vida verdadera, la vida a su lado, la resurrección en la vida eterna. Ese es el mayor descubrimiento del hombre, que la vida que vivimos aquí en la tierra solo es un paso para continuar el camino que se prolonga en la túnica de nuestro Señor, del cual hasta ahora solo hemos recorrido un tramo del bordado.
Según Platón, de una forma muy cristiana, expresa que todo ha de tender a Dios, pues todo ha estado relacionado con el bien y el bien es el Dios. La base del filósofo es el amor, puesto que éste hace que él busque lo que no tiene; lo que no tiene aún es la verdad, la verdad es Jesucristo; Dios es amor, por tanto Dios procura que uno lo busque a Él, el bien y la felicidad suprema. Es decir que la verdad, es también la felicidad del hombre.
“Vivamos siempre en unidad de almas y corazones en ruta hacia Dios”.[1]
N.P. San Agustín.
BIBLIOGRAFÍA
Rubio B., Pedro. Recordar La respuesta agustiniana. Biblioteca Básica Familiar Agustiniana. Iquitos – Perú, 2003, p. 98.
· Microsoft Encarta 2008. 1993-2007 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[1] Rubio B., Pedro. Recordar La respuesta agustiniana. Biblioteca Básica Familiar Agustiniana. Iquitos – Perú, 2003, p. 98.

No hay comentarios:
Publicar un comentario